Algunos perros no tienen un «problema concreto».
No ladran solo al quedarse solos. No se alteran solo con los ruidos fuertes.
Viven en alerta constante. Su cuerpo está siempre preparado para lo peor, incluso en los mejores días.
Esa es la realidad silenciosa de muchos perros con ansiedad generalizada.
¿Qué es la ansiedad generalizada?
Es una condición emocional compleja, en la que el perro anticipa constantemente que algo negativo puede suceder.
No necesita un detonante específico.
No depende del lugar ni del momento.
Vive con el “radar” encendido las 24 horas.
Puede aparecer en perros sensibles, en razas con alta intensidad emocional (como Border Collies, Pastores o algunos perros pequeños muy alertas), o en perros con experiencias tempranas inestables.
¿Cómo se manifiesta?
- Inquietud en casa, incluso sin estímulos.
- Hipervigilancia en la calle, ante personas, perros u objetos en movimiento.
- Dificultad para desconectar o descansar.
- Reacciones exageradas a cambios sutiles.
- Vocalizaciones constantes.
- Dificultad para gestionar la soledad, incluso si no hay ansiedad por separación como tal.
- Baja tolerancia a la frustración.
¿Por qué aparece?
Hay muchos factores que pueden influir:
- Predisposición genética o temperamental.
- Falta de habituación progresiva en las primeras etapas de vida.
- Vínculos emocionales desregulados (hiperapego o negligencia).
- Experiencias de trauma o aislamiento.
- Exceso de exigencia en el día a día sin espacios de calma real.
Qué consecuencias tiene?
La ansiedad generalizada no solo hace sufrir al perro. También afecta a su tutor y a la convivencia.
Dificulta los paseos, los encuentros sociales, la adaptación a nuevos entornos o personas.
Puede aumentar la reactividad, bloquear el aprendizaje y generar frustración mutua.
¿Qué puedes hacer para ayudar?
1. El primer paso: mirar sin juzgar.
Tu perro no quiere estar así. No lo hace por llamar la atención. Vive en un estado de desbordamiento emocional que necesita comprensión, no corrección.
2. Reduce la intensidad de su día a día.
Paseos tranquilos, rutinas previsibles, juegos sensoriales, espacios de descanso reales.
No más obediencia sin sentido. Menos exigencia, más regulación.
3. Trabaja su autonomía emocional.
No solo “que te obedezca”, sino que aprenda a sentirse seguro por sí mismo.
Eso se consigue con presencia, elección y estructuras claras.
4. Acude a una profesional si sientes que sola/o no puedes.
Con un acompañamiento respetuoso, eficaz y científico, tu perro puede mejorar. Y tú también.
Bibliografía recomendada
- Overall, K. L. (2013). Manual of Clinical Behavioral Medicine for Dogs and Cats. Elsevier.
- Horwitz, D. & Mills, D. (2012). BSAVA Manual of Canine and Feline Behavioural Medicine.
- Sherman, B. L., & Mills, D. S. (2008). Canine anxieties and phobias: an update on separation anxiety and noise aversions.
Tu perro no necesita que lo cambies. Necesita que lo comprendas.
No hay magia, pero sí camino.
Y tú, al estar leyendo esto, ya lo estás empezando.
Una vida más tranquila para él también es una vida más serena para ti.